En los últimos años he leído todo lo que cayera en mis manos sobre temas de nutrición. Movida por una necesidad incesante de encontrar la verdad. ¿Es cierto todo lo que nos venden? ¿La leche es tan buena? ¿Y la soja? ¿Los cereales con tanta fibra? ¿Por qué como sano y sigo siempre cansada, con las defensas bajas y con problemas digestivos? ¿Desde cuándo concebimos esto como normal? Ciertamente no hay una verdad absoluta. Cada uno debe encontrar su camino a seguir. Lo que sí creo firmemente es que la alimentación tan moderna y procesada tiene algo que ver con tantos males del siglo XXI: obesidad, diabetes, enfermedades autoinmunes, etc.
Uno de los cambios que más me ha costado realizar ha sido respecto a la grasa, pues siempre la he mirado de reojo. Durante años, los medios se habían encargado de maldecirla con frases como “¡Evita a grasa!”, “La grasa causa obesidad”, “La grasa se va directa al culo”, “La grasa provoca enfermedades del corazón”… ¿Qué hay de cierto en eso? Ahora parece que el paradigma está cambiando (enlace). Lo cierto es que todo nuestro cuerpo necesita grasa: nuestros órganos, nuestra piel y nuestro pelo para lucir bonitos. Pero sobre todo el gran jefe: nuestro cerebro. Pensemos un momento en la cantidad de funciones que realiza: secreta hormonas necesarias para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, coordina nuestro movimiento, así como nos permite actuar de forma rápida cuando hay peligro, etc. Gracias a él podemos disfrutar de una preciosa puesta de Sol que dos días más tarde somos capaces de recordar, pues procesa la información sensorial que luego almacena en la memoria. Esto y un sin fin más de procesos son lo que nos permite el cerebro.Para todo ello necesita los macronutrientes, entre los cuales está la grasa. Por eso debemos proveerle de grasa, pero que sea de calidad.
Por otro lado, sin la grasa, las vitaminas liposolubles A, D, K y E, tan importantes para nuestra salud, no podrían ser absorbidas y almacenadas en nuestro cuerpo, pues necesitan ir acompañadas de grasa.
La vitamina D está relacionada con la salud ósea. En los últimos años han surgido estudios que vinculan distintas enfermedades autoinmunes con niveles séricos bajos de vitamina D. Otros estudios más recientes los vinculan también con el riesgo a desarrollar demencia y Alzheimer (enlace). Dicha vitamina se encuentra en la mantequilla, yema y diversos pescados.
La vitamina A presente como retinol o caratenos, es importante para el sistema inmune, activando la resistencia a infecciones y la capacidad de luchar contra los radicales libres. También participa en la regeneración de las mucosas y la salud de la piel, la vista y los huesos. Se puede encontrar en la mantequilla, la leche, la yema de los huevos y en verduras y frutas de color amarillo. Pero en este caso, para que sea absorbida necesita grasa.
La vitamina K, por su lado, es un coagulante natural y también participa en la regeneración de los glóbulos rojos. Por otro lado, los niveles bajos séricos se han asociado a Diabetes y enfermedades neurodegenerativas (enlace). Se encuentra en grandes cantidades en el aceite de oliva, los verduras de hoja verde oscura, aguacate, yema y lácteos.
La vitamina E es un antioxidante y además actúa como anticoagulante, siendo importante su papel en el sistema circulatorio, previniendo trombosis, etc.
La vitamina E se puede encontrar en dosis altas en el aceite de girasol. También está presente en el aceite de oliva virgen, aunque en menor proporción. Sea cual sea la opción, lo mejor es elegir un aceite ecológico prensado en frío y envasado en botella oscura, dado que así las vitaminas se conservan.
La recomendación que puedo hacer es que no os privéis de grasa. Recordad que tiene que ser de alta calidad, lo menos procesada posible y ecológica. Si os decantáis por aceites, que sean en botella de cristal oscura, así la vitamina E se conserva . Si se trata de mantequillas y mantecas, que sean sin tener sal añadida. Introducid variedad: manteca de coco, mantequilla, aceite de oliva… Así tendréis a vuestra disposición diferentes sabores y diferentes propiedades. Ahora es momento de disfrutar la grasa sin culpas ni prejuicios.
¡Espero que les haya ayudado y que vivan los huevos fritos!
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